20 noviembre 2004

¡Óyeme!

Cuando despertamos después de haber soñado algo tan real que hemos reído, llorado y hasta amado con demencia, necesitamos una buena parte del día siguiente para lograr que nuestro ser entienda la sutil diferencia entre el sueño y la realidad que estamos llamados a vivir después.

Estas palabras son mi torpe intento de acelerar lo más posible ese proceso necesario y urgente para poder tomar las riendas de nuevo:

Porque hoy desperté con el pecho oprimido, necesito respirar hondo y llenarlo de aire , expulsarlo y que se lleve con él mis ansias de escapar.

Porque desperté con la ternura en la punta de los dedos, necesito una piel donde dejarla dormir.

Porque desperté con el corazón grande y caliente, necesito que me pidan amor.

Porque desperté añorando necesito que me llenen.

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