25 enero 2005

Mi Vacie



Esa casita prefabricada tiene miles de sonrisas prendidas en sus paredes sucias y desvencijadas.
Muchas de ellas son mías. O lo fueron, porque ahora ya no lo son, sino de ellos, para ellos, porque nacieron por ellos y a ellos les encanta atesorarlas, como todo lo poco que tienen...

Ahí se ríe aunque eso parezca imposible.
Aunque no cese el puerco mundo de inventarse razones para que no lo hagan más.

Es normal. Mírenlo bien.
Hay que compensar, sin duda.
No puede ser que haya un paraiso así como el que ven y que encima sus gentes vivan en paz.
Lo ideal es que si hay que hacer una demostración de fuerza y del peso de la justicia, se haga aquí, a altas horas de la madrugada, con la cara tapada por un pasamontañas, arremetiendo contra mujeres y niños que reposan placidamente sobre sus camas con dosel, entre sábanas de seda, después de un bello día de asueto disfrutando de los placeres de la vida....

Es lo justo, sí señor; para que prueben un poco de hiel en sus vidas de ensueño.


Y esta tarde me sentaré en esa hermosa mansión y tendré que mirar sus caras y callar,
porque seguro que aun me harán reir con sus chistes,
aun querrán que cantemos,
aun me acariciarán el alma y me pondrán bálsamo en mis míseras heridas,
y yo no sabré si maldecirme
o maldecirme por las lecciones de vivir con dos pares que cada día me dan.

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