14 diciembre 2004

Una identidad






Esa mujer que mira al horizonte a pecho descubierto se llamaba como yo:Gertrudis.

De pequeña odiaba mi nombre. No entendía porque mi madre tuvo que reproducir su nombre, y mi abuela el suyo. Me parecía un nombre horrible, sonaba mal, tenía que repetirlo al menos dos veces cuando alguien preguntaba por él; casi nadie lo entendía a la primera.
Provacaba risas en mis compañeras de colegio y en la gente que no era de mi familia. Siempre fui una niña grande, pero aun así, el nombre sentía que me venía enorme. Ni siquiera parecía de aquí, yo que soy tan de aquí debajo de Despeñaperros...

Después me acostumbre al diminutivo "Gertru", y con los años me identifiqué con él sin más problemas, como todos vamos haciendo nuestro aquello que un día nos supuso sentirnos diferentes. Pero cuando empecé a sentirme de verdad tan diferente de casi todo toda yo, me interesé por mi nombre de nuevo: quizás no era casualidad que fuera tan raro; tan raro como yo...

Santa Gertrudis la Magna era una monja del siglo XII. En el convento le imponían penitencia día sí y día no por leer (si, una mujer que leía ya era raro, desde luego) a escondidas La Iliada, La Odisea y cuanta literatura pagana cayera en sus manos o hiciera caer ella con algun que otro esfuerzo a veces no muy lícito. A pesar de todo, mucho antes que la archiconocida Teresa de Cepeda y Ahumada, le abrasaba el corazón ese extraño amor místico que tan famosa hizo a la santa de Ávila y escribió poemas de amor a Dios tan carnales que a la Iglesia le costó siglos aceptar que aquel éxtasis era tan santo como el de Teresa o San Juan de la Cruz.

Gertrude Stein era tambien escritora. Y se permitión el lujo de convertirse en crítica de señores tan renombrados como Steinbeck, Scott Fitzgerald, Hermingway o Faulkner. Les conoció en París, donde los americanos del periodo de entreguerras creían que sanarían sus heridas de desencanto tras la Gran Guerra sin saber que preparaban la Segunda carga atroz contra una humanidad atónita que tampoco salían de su asombro ante un mundo que se derrumbaba. Gertrude les llamó "La Generación Perdida" en uno de sus ensayos, y la historia de la literatura la creyó al pie de la letra.

Gertrudis Bocanegra, la mujer de la foto, era mejicana. Luchó con los insurgentes durante la revolución mejicana y puso a toda su familia en pie de guerra. Educó a sus hijos en contra de todas las reglas sociales para que lucharan por la libertad y por la defensa de los más desfavorecidos. La fusilaron como era de esperar.

Yo soy Gertrudis Vargas. Tengo un corazón capaz de sentir cosas tan grandes que no me caben dentro. De eso que siento, escribo lo que mis torpes manos son capaces de plasmar, lucho por lo que creo, por la gente en la que creo y por ser alguien en quien pueda creer yo misma y los demás, lo que mis fuerzas, que son muchas me permiten; leo todo lo que puedo, porque antes que yo hubo mucha gente que tuvo cosas que quiso decirme, las hay ahora y quizás esperan de mí que de lo que de ellos , de mí misma y de la vida aprenda lo deje escrito para que otros puedan seguir mirando al horizonte a pecho descubierto.

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