04 mayo 2017

Pos-Nata



Yo nací para los versos sin medida
no para escribir, no para contar,
no para narrar ni para explicarme.

Nací para gritar palabras
o escupirlas o tallarlas
en las orillas desiertas y en la carne viva.

Yo nací para romperme
en hiatos y en locura.

Nací para perderme en los caminos,
para encontrarme con quien fui,
con quien he sido.

Yo nací desnuda para morir entre guiones,
para volar sobre los puntos finales,
para arrastrarme mar adentro de las rimas,
para bailar sobre las ascuas de mis miedos.

Nací vagabunda de las pausas,
proyectada en los cañones de la ira,
errante de los arroyos amenos
y valquiria de las tormentas del mar.

Yo nací con los ojos turbios de historias
que vivían dentro
y se me salieron de golpe desbordadas
entre cristales de agua.

Nací cosida a pespuntes con la luna
temblando con las luces de la aurora
dormida sobre el fuego de la tarde
y amortajada con el silencio del mundo.

Yo nací sin saber muy bien qué era;
me derramé por la vida toda ojos,
sangre, hambre, duda y besos;
embarranqué y me escurrí por mil caminos,
con mil nombres explotándome en los labios,
con mil rostros visitándome en mis sueños,
tropezando con mil sombras y luceros.

Nací de carne fiera
resistente a convertirme en piedra dura,
resignada a deshacerme en fango libre,
seducida de fundirme en hojas muertas.

Y nací porque había muerto muchas veces
en tormentas, huracanes, en barrancos, entre olas,
sobre musgo, bajo lienzos,
entre inmundos lodazales,
devorada por el fuego,
destrozada en los naufragios,
y la vida me salía por los ojos
cada vez que los cerró el sepulturero.

Gertru Vargas

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