Tu mirada estaba ahí, minuto cero.
La oi susurrarme al oído una promesa.
Te vi soñarme y te sentí perderme.
Supe con esa ciega certeza infalible,
con esa desnuda verdad descarnada
que el centro de mí te sintió parte suya.
Y ya sólo quise esperar el momento preciso,
la forma perfecta en que todas las cosas
descienden flotando a ocupar su distancia Imprudente.
Me gusta mirarte a los ojos porque todo tú estás ahí entregado.
Me gusta rozar tus dedos, porque ahí se amontona lo que no me dices.
Me gusta arrancarte la risa porque en ella viaja en carta a mi nombre lo que amo en tí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario