Tan pequeñas las razones de la vida;
llenas de estragos en los pliegues del alma
y empeñada en mí, una era tras otra,
incansable como el mar lame la orilla.
Imposible su tesón, vana mi suerte y terco mi orgullo.
Lejos de los susurros y de los gritos, las lágrimas mudas.
Piedras.
Por no querer ser de piedra
se me hizo piedra el camino.