"Vas a morir"- dijo ella sin siquiera alzar la voz.
Lo miró con la triste ira con que se dice adiós a la certeza y se llevó la mano al pecho.
Desde el suelo él sonrío por última vez entre el humo del sarcasmo y la niebla del climax.
Se abrió la camisa de un tirón en un último gesto de estúpido poder y supremo teatro absurdo y le señaló con letal arrogancia el punto exacto donde comenzar el fin.
Ella sonrió triunfante, le tiró un beso con una mano, y con la otra, se arrancó el corazón.
Y continuó en pie impresa para siempre en la retina de sus ojos vidriosos.
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