Estoy sentada frente a mi ordenador, en la oficina.
Eso es lo que parece.
Pero estoy en otro lugar. Allí donde me pide mi corazón.
Mi abuela, que es una persona muy espiritual, aunque a su muy poco reconfortante manera, me enseñó de pequeña que, cuando no podía ir a misa pero deseaba hacerlo, hacía lo que se llamaba "Comunión espiritual".
Consistía en desear estar en presencia de Dios, cerrar los ojos y "teletransportarse" a la iglesia en el momento de la comunión y comulgar espiritualmente. Segun su confesor, en casos de imposibilidad, aquello equivalía a la comunión real; a mí la validez del precepto me traía sin cuidado, (a ella, sin duda, era probablemente lo único que le importaba), pero desde aquel momento se abrió para mí un universo de posibilidades.
Me creí a pies juntillas que podíamos estar donde no estábamos físicamente. Y comprobé en innumerables ocasiones que así era. La vida me ha privado de la capacidad de estar donde deseaba estar en muchas ocasiones, pero mi abuela me dio sin saberlo la alfombra mágica que sanaba mis heridas de distancia.
Estoy sentada frente a mi ordenador, en mi oficina; pero la realidad es que estoy "comulgando" con alguien en otro lugar.
1 comentario:
Lo que me has hecho reír con éste post.
Me gusta la manera que tienes de decir las cosas.
Por eso te leo a diario.
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